La adquisición de Monsanto por parte de Bayer es muy cara. La cuestión es si los reguladores antimonopolio harán lo que no pueden hacer los accionistas y pararán la operación.
La combinación del fabricante estadounidense de semillas con su socio alemán crea un gigante de semillas y fertilizantes con unos ingresos de 23.000 millones de euros –mucho más grande que su rival más cercano, la suiza Syngenta–. Sin embargo, el precio de construir un imperio tan impresionante es demasiado alto. Bayer está pagando una prima de 17.000 millones de dólares con respecto a la capitalización de mercado de Monsanto del 11 de mayo, un día antes de que se conocieran las conversaciones entre ambos. El valor creado por el acuerdo, después de impuestos y capitalizando un ahorro anual de 1.500 millones de dólares, es de solo 12.000 millones.
Los accionistas de la compañía farmacéutica alemana no podrán votar sobre la adquisición de Monsanto
Esa brecha de valor podría explicar por qué las acciones de Bayer han flaqueado. Desde el 14 de septiembre, la capitalización bursátil de la compañía ha caído ligeramente por debajo de la que tenía el 11 de mayo. Sin embargo, los índices MSCI World Industrial y Sanitario han subido más de un 2% cada uno en el mismo período. Si las acciones de Bayer simplemente hubieran seguido a los índices de referencia, la empresa valdría más de 7.000 millones más que el 14 de septiembre, en términos de dólares estadounidenses. En términos generales, eso tiene sentido –Bayer está pagando todos los beneficios del acuerdo, y algo más, a los accionistas de Monsanto–.
El mercado no siempre hace las cosas bien. Y en este caso, el veredicto inmediato en realidad no importa porque los accionistas de Bayer no tienen voto. Pero los reguladores antimonopolio sí tienen palabra. Si rechazan el acuerdo, Bayer debería pagar a Monsanto 2.000 millones de dólares. Eso sería doloroso para los accionistas del grupo alemán –pero seguiría siendo mejor que continuar con el acuerdo–.