Lineal de fabricación de una vacuna contra la covid. ANDRIY ONUFRIYENKO (GETTY IMAGES)
La industria sanitaria europea sigue delicada de salud. Si bien se da por superada la pandemia, las secuelas de la crisis del coronavirus continúan aún sin resolverse en un sector que ya mostraba algunos síntomas de debilidad desde antes. La dependencia de Asia para el suministro de las materias primas clave en la producción de medicamentos –casi el 30% tiene su origen en India y China–, el desabastecimiento de fármacos, la excesiva burocracia –que hace que el acceso a las terapias innovadoras sea lento y desigual– o los escasos incentivos a la I+D son las principales problemáticas por solucionar en un entorno geopolítico complejo y muy competitivo.
Además, la prevención no es precisamente el foco de un sistema en el que el gasto supone cerca del 8% del PIB comunitario por el envejecimiento de la población y el auge de las patologías crónicas. La covid constató esa fragilidad, tensó y estresó a toda la cadena, y Europa respondió a dicha emergencia con una estrategia farmacéutica –incluida una reforma de la legislación–, en debate, pero que busca reforzar a la vez la competitividad y la sostenibilidad de la región en un área que palidece frente a EE UU, el gran motor de la innovación biomédica, y China. Incluso, durante la reciente presidencia española del Consejo de la UE se situó a la farmacéutica como una de las cuatro industrias estratégicas, junto a la energética, la alimentaria y la de tecnologías digitales.
Reforma. El Parlamento Europeo aprobó recientemente algunas enmiendas a la reforma de la legislación farmacéutica europea que mejora la propuesta original de la Comisión, informan desde Farmaindustria. "Pero aún queda camino por recorrer", avisan. El documento recoge que la UE debe priorizar la fabricación de antibióticos, anestésicos, medicamentos hematológicos, oncológicos, vacunas y otros menos rentables que se necesitan para tratar trastornos neurodegenerativos y cánceres pediátricos.
"Europa ha sido un continente ingenuo, que ha vivido sin amenazas tangibles desde la Segunda Guerra Mundial, y que ha confiado a EE UU su desarrollo tecnológico y sus políticas de seguridad. Y ya el mercado crearía riqueza y los Estados miembros la debían redistribuir", comenta Xavier Ferràs, profesor del departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences de Esade, a raíz del reciente informe presentado por el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y el ex primer ministro italiano Enrico Letta, por encargo de la Comisión y el Consejo, sobre la desfasada estrategia de competitividad europea. Un cambio de paradigma, afirma Ferràs, que se ha desvanecido: "China aspira a ser la gran potencia económica y tecnológica, con control de las cadenas de suministro; EE UU se cierra e impulsa una nueva reindustrialización, y el mercado no resuelve por sí solo los problemas de Europa, que no tiene autonomía industrial, ni tecnológica, ni energética, ni sanitaria".
El sector se halla inmerso en una reestructuración, no solo por el vaivén en el transporte global, que persiste (ahora con la invasión rusa a Ucrania y el conflicto entre Israel y Gaza o en el mar Rojo se teme por el abastecimiento de los componentes para la fabricación de fármacos), sino también por la digitalización y la penetración creciente de la inteligencia artificial, apunta Ferràs. "Veremos una gestión descentralizada de los servicios y una mejora de la experiencia del usuario".
Cultivos celulares para la investigación en un laboratorio. ANDREW BROOKES (GETTY IMAGES/IMAGE SOURCE)
Para Gonzalo Herradón, decano de la Facultad de Farmacia de la Universidad CEU San Pablo, invertir en la industria significa invertir en la prevención y tratamiento de las enfermedades, lo que reduce la tasa de hospitalización, y en el alza del PIB, por la mayor productividad. La creación de la Alianza de Medicamentos Críticos, dice, es una buena noticia, pero sugiere otras recetas: impulsar el concepto de una salud, poniendo el acento también en la animal y medioambiental; acelerar la reforma de la legislación farmacéutica; fortalecer la colaboración público-privada; potenciar la creación de centros de producción de materias primas; una regulación que agilice la entrada de los biosimilares; ayudas a la I+D, y agilidad administrativa.
Desde la patronal Farmaindustria creen que, como sector que contribuye más a la balanza comercial de la UE que cualquier otro (175.000 millones de euros), "la salud y las ciencias biológicas deberían estar en el centro de la construcción de ese futuro".
La Comisión Europea ha incluido también a la biotecnología como una de las deep tech –startups de tecnología profunda dedicadas al descubrimiento científico o la innovación de ingeniería– clave para el futuro de la UE. Para que este ecosistema de innovación sea competitivo, desde la Asociación Española de Bioempresas (Asebio) piden que la reforma de la regulación farmacéutica mantenga los incentivos actuales y dé certidumbre a las compañías. "Que los colegisladores sean sensibles a las necesidades de las empresas, que son responsables de hasta dos tercios de las innovaciones biomédicas que se desarrollan en Europa".
Y aunque destacan los avances regulatorios en cuanto a las nuevas técnicas de edición genómica, a la patronal le preocupa el cuello de botella existente en la normativa de productos sanitarios de diagnóstico in vitro. "El marco actual retrasa el acceso al mercado en detrimento de los ciudadanos europeos y de las pequeñas compañías". Las barreras financieras e industriales son otras de las asignaturas pendientes que cita.
Fuente: Cinco Días